Gracita Morales era hija del empresario del Teatro Calderón después de terminar la guerra civil. Tenía dos hermanos, Ana María Morales y José Morales, también actores, y estuvo casada con el pintor canario Martín Zerolo. Estudió danza clásica y española. Se dedicó posteriormente al teatro, dónde debutó a los 20 años como meritoria en la compañía de Luis Peña y Josita Hernán. Trabajaría posteriormente en las compañías de Antonio Vico, Catalina Bárcena, Ernesto Vilches y Tina Gascó. Durante años se dedicó a los escenarios, pudiendo mencionarse su participación en el estreno de la obra de Miguel Mihura Maribel y la extraña familia. Meses después interpretó el mismo personaje en la versión cinematográfica de José María Forqué. Su éxito en el teatro la llevó al cine donde debutó en 1954, tuvo su época dorada en los 60 encabezando carteles de películas junto a una jovencísima Rocío Dúrcal. Empezó su decadencia artística en los 70. Participó en casi un centenar de obras, pero es especialmente recordada por sus interpretaciones en los filmes "Atraco a las tres", "Sor Citroen", "Los Palomos", "La ciudad no es para mí", "Operación Cabaretera" o "¡Cómo está el servicio!". Se quedó encasillada con el paso del tiempo en el personaje de "chacha" (junto con Rafaela Aparicio y Florinda Chico, "chachas del cine español"), donde interpretaba un estereotipo entrañable, ingenuo pero voluntarioso, que se caracterizaba por su voz atiplada e inconfundible. La cual no era más que una apostación de su voz verdadera. Como dijo Pedro Almodóvar de ella, Gracita Morales pertenecía «a la casta genial de actores atípicos que hacen las cosas de un modo radicalmente personal». Al final de su vida profesional, fatalmente encasillada en un tipo muy concreto de papeles se dedicó intensamente al teatro y solamente apareció como actriz secundaria en un capítulo de la serie de Antena 3 Los ladrones van a la oficina.