Cajal en su vejez y en su despacho escribe sus memorias: en 1874 su traslado al ejército expedicionario en Cuba y su estancia en esta tierra, donde cae gravemente enfermo. Su padre trata de disuadirle pero no lo consigue. Con cartas de presentación que le da su padre y que Cajal no utilizar desembarca en La Habana y en espera de destino se dedica a la fotografía y a la pintura. En Vista Hermosa, uno de los peores destinos, charla con un enfermo que después muere. Se siente deprimido y decepcionado: en lugar de aventuras ha encontrado miseria y conspiraciones. Pide el relevo. Comienza a estar bastante enfermo y recibe cartas de su novia desde Zaragoza. En ataque de los Mabises defiende el puesto con sus enfermos y después es trasladado a Puerto Príncipe, donde se recuperará de su anemia palúdica. No recibe su paga, por lo que se enfrentará al general Grau y más tarde, en su destino de San Isidro, al comandante del puesto por irregularidades en las comidas de los enfermos.