La amistad y admiración mutua entre Gonzalo y Luna va a más. Él la introduce en el bar de moda en la ciudad, el “Eclipse”, propiedad de Alberto y Laura, ambos prostitutos de lujo. Ingrid, una veterana, y Cristina, una joven pasada de vueltas, completan el equipo que comparte un precioso piso. Gonzalo, influenciado por la personalidad de Luna, consigue lo que llevaba muchos meses intentando: un papel con frase en una serie de televisión. Y Luna, animada por Gonzalo, entra a trabajar en el bar, al lado de Max, experto en cócteles. Parece que por fin la suerte les sonríe. Juntos lo celebran y ensayan la escena que Gonzalo debe grabar el mismo día, con ciertas prisas, y no sin éxito. El director le felicita y recomienda para futuros papeles. La alegría de Gonzalo se traduce en agradecimiento, cercanía, atracción manifiesta y, finalmente, amor y planes de futuro.