Marruecos, 1920. La presencia militar española en Marruecos es una inacabable sangría. Allí llega Arturo como sargento y se le encarga supervisar la construcción de una carretera y la contabilidad de la compañía. Pronto se entera de la picaresca que existe en el ejército africanista: desde un ascenso hasta el más necesario de los suministros, todo es objeto de especulación y venta. Arturo participará en la toma de una colina y en la defensa de Melilla, en donde cae enfermo de tifus. Quedará muy débil, por lo que le conceden dos meses de permiso.