En el apogeo de su poder, el Imperio ruso se extendió por 15 zonas horarias, incorporó casi 160 etnias diferentes y constituyó una sexta parte de la masa continental del mundo entero. Lo que comenzó como unos pequeños principados pequeños se convirtió en una potencia mundial indomable por la pura fuerza de sus líderes. Sin embargo, la construcción de la infraestructura de este imperio tuvo un precio enorme. Cuando Rusia entró en el siglo XX, su expansión alcanzó una masa crítica ya que sus gobernantes impulsaron el progreso a un ritmo insostenible y su población reaccionó en una revolución que cambió la historia. Desde el Kremlin de Moscú hasta el edificio de San Petersburgo, examinaremos la arquitectura y la infraestructura que permitieron el ascenso y la caída del Imperio ruso.